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Cuando el miedo es mayor... por Alejandra de Troya

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Mensaje por Annie Lun Oct 13, 2008 12:45 pm

Autor: Alejandra de Troya

Lo último que recordaba acerca de aquella relación, es que por miedo me adentré en ser perseguida por una enorme soledad dentro del propio abismo que yo misma creé.

Se suponía que debía de ser feliz, tenía a mi lado a una hermosa niña de 5 años, una chiquilla a la que amaba por encima de todo, ese pequeño ser que daba una razón a mi corazón para seguir latiendo, pero todo era un disfraz, una máscara que ocultaba mi enorme vacío, mi eterno arrepentimiento y mi desolada existencia.

Cuando mi pequeña Anya tenía tan solo 3 años, su padre metió la demanda de divorcio, Vladik argumentaba que él nunca había deseado casarse conmigo y que si lo hizo era por aquella pequeña que venía en camino; sin embargo creo que nunca debió casarse conmigo si aún así no le intereso nunca su hija, y fue por eso mismo que no tuvimos que pelear por la patria potestad de la niña que era inocente de las indecisiones de su padre o mejor dicho, el hombre que cooperó con un esperma para su creación.

El acuerdo que se llegó al firmar el acta de divorcio, era de que yo me quedaría con el departamento y con la cuenta bancaria para el sustento de Anya, sinceramente nunca me interesé por los bienes materiales, puesto que tenía todos mis medios para poder salir adelante por mi misma, sin embargo la licenciada me recomendó que dejará a un lado mi orgullo y que aceptará las condiciones del convenio.

Después de eso, sin rencores ni resentimientos, Vladik se fue de Moscú y se trasladó muy lejos de mi hija y de mí.

Al cabo de un par de meses vendí el departamento y compré una casa en una zona tranquila y pacífica de Moscú, quería un ambiente relajado para mi hija porque era ahora ella quien daba luz a mi vida.

La pequeña Anya estaba ya en su segundo año del kinder, era idéntica a mí, traviesa y muy inquieta o mejor dicho muy activa, aunque nada de ella me molestaba porque la amaba y la extrañaba demasiado cuando yo estaba en el trabajo y ella en el colegio. Tuve la oportunidad de arreglar un buen horario con mi jefa para que fuera el mismo de Anya, y mi jefa que ante todo era mi amiga me dio un horario accesible.

Tenía la planta de comercio exterior en una reconocida empresa que se dedicaba a trabajar y producir acero de alta calidad, confeccionando todo tipo de máquinas para uso industrial y me encargaba de las negociaciones de Europa Occidental.

Era por mi trabajo que nunca tuve problemas de economía y tenía los recursos para gastar todas mis ganancias en Anya.

Siempre éramos mi pequeña y yo, mis padres se habían mudado a Odintsovo, ciudad a las afueras de Moscú, por la parte oeste. Íbamos a visitarlos comúnmente porque disfrutaban de tener a su nieta corriendo por toda la casa.

Anya casi siempre me encontraba en el ático, con aquella foto de Lena entre las manos y con los ojos cristalinos, hacía muchas preguntas con respecto a la pelirroja y yo siempre las evadía, era muy pequeña para entender las situaciones del amor, sin embargo sabía que su inteligencia iba más allá.

Fue por eso que no permitiría que por si las dudas, mi hija pasará por la etapa de miedo, confusión y desesperación por la que pasó su madre, queriendo aparentar algo que no era. Y recordé lo que me dijo hacía muchos años atrás la psicóloga: “tú crees que no es normal porque desde pequeña a ti te dijeron que lo correcto era que un niño debía de estar con una niña y viceversa, más nunca te dijeron que una niña podía estar con otra, o que un niño podía estar con otro…” Por esa razón, siempre le decía a mi pequeña que el amor era libre y que eran correctas esas distintas formas de amar.

Fue en aquél entonces que un fin de semana lleve a Anya al parque, le encantaba que la columpiara y entre más alto para ella estaba mejor, era tan solo una niña de 5 años y ya disfrutaba y sentía la adrenalina como yo en un tiempo; y le encantaba tirarse de la resbaladilla para caer en el cajón de arena.

Fue ese sábado que la paz que había conseguido en mucho tiempo se corrompería, nunca supe si fue casualidad o destino.

Anya pidió jugar con la pelota y accedí, nunca le negaba nada además de que como decían mis amigas, yo parecía otra niña junto al lado de Anya; en fin, comenzamos a jugar y ella lanzó la pelota con demasiada fuerza y no pude cacharla, se fue rodando lentamente a los pies de una chica que se encontraba sentada en una de las bancas del parque, con un libro entre las manos. Sonó mi celular y le dije entonces a Anya que fuera a conseguir la pelota de regreso, y fue y mis ojos sobre ella también fueron.
La chica de la banca comenzó a charlar con Anya y fue entonces que caminé hacia la dirección donde se encontraban, todavía con el celular en la mano, era mi jefa para recordarme del proyecto que tenía que terminar para la presentación del mismo, en la junta que se llevaría a cabo el lunes próximo.

-¡Qué bonita niña! Te pareces tanto a… -había pronunciado aquella chica pelirroja, dejando a un lado su libro para coger la pelota que estaba entre sus piernas, con aquél pescador azul que mostraba sus hermosas piernas.

Fue entonces cuando me acerqué por completo y guarde el celular en mi bolso para encontrarme con mi hija y regresar a casa.

-Mamí, ¿es ella la princesa que relatas en tus cuentos? –preguntó Anya sin dejar de ver a la chica que tenía en frente, y se refería a la princesa porque siempre que le contaba cuantos, describía a una princesa hermosa, de cabello rojo como el fuego, finos rizos que caían esplendorosamente sobre sus hombros, y los más preciosos ojos que tenían un verde con un toque de gris, más nunca me imagine que la pequeña tuviera un alto nivel de retención.

Después de la pregunta de Anya, la chica se puso de pie, y fue cuando me quite mis lentes de sol para contemplar a la dueña de mi corazón…
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Cuando el miedo es mayor... por Alejandra de Troya Empty Re: Cuando el miedo es mayor... por Alejandra de Troya

Mensaje por Annie Lun Oct 13, 2008 12:45 pm

-¿Lena? –pregunté con gran asombro e incredulidad, lo último que supe de ella era de que se había ido a vivir a San Petersburgo después de lo ocurrido entre nosotras.
-Mamí, ¿es ella la chica de la foto la que siempre sostienes cuando te pones triste en el ático? –me cuestionó la pequeña volteándome a ver a los ojos, era tan obstinada como yo y era tanto su afán por saber quien era aquella mujer que tuve que acceder a decirle que en efecto esa mujer era la del retrato.
-Te pareces demasiado a tu mamá, tienes esos hermosos ojos azules que son el reflejo perfecto del cielo, y tienes esa sonrisa inquieta que es tan contagiosa –pronunció eso Lena cuando tomó a la niña entre sus brazos y la cargó para verla de cerca. -¿Cuál es tu nombre pequeña?
-Anya Volkova –contestó la pequeña jugando con los rizos de la pelirroja.
-¿Anya? –cuestionó de nueva cuenta a la niña. De mi boca solo había silencio, ausencia de cualquier tono, la sorpresa me había dejado atónita.
-Mamí dice que ese nombre era el que deseaba su mejor amiga para su hija
-Anya, toma tu pelota nena, es hora de retirarnos, ya es tarde –fueron las palabras con temor que pronuncié sin mirar a Lena a los ojos.
-Tienes una hermosa hija Yulia, se parece tanto a ti… -fue lo que dijo Lena, al entregarme a la pequeña en mis brazos.
-Anya, despídete amor –ordené a Anya en tono más bien de súplica, no sabía que hacer o que decir ante Lena, habían pasado ya tantos años y las cosas nunca acabaron bien entre nosotras.
-Adiós princesa de los cuentos de mamá –dijo eso Anya obligándome a acercarla para que le diera un tierno beso a la mejilla de Lena, ella le correspondió el beso y le entrego su pelota.

Sin más que decir me di la media vuelta y me dirigí al auto con la niña en brazos, me encontraba realmente nerviosa y se que mi actitud ante Lena fue tan estúpida pero ni yo pude negar aquella sensación que sentí al verla de nuevo, aquella sensación que me hacía sentir, mi corazón latiendo a mil por hora y las simples ganas de atarla a mi cuerpo en un abrazo.

El fin de semana transcurrió como debía, solo que con un pequeño gran detalle, la curiosidad de que Lena había vuelto a Moscú.

Había llegado el lunes, pasé a dejar a la niña a la escuela para dirigirme al trabajo, la presentación de mi proyecto fue un éxito pero eso implicaba más trabajo, no era raro pero en fin.

Mi secretaria se tuvo que retirar por causa de mal estar. No tuve ningún inconveniente, y le permití que se fuera a descansar. Al medio día me encontraba en mi oficina, archivando unas carpetas en el compartimiento correspondiente del archivador, debí de haber estado tan entretenida que no escuché cuando abrieron la puerta y solo me percaté de que alguien estaba dentro porque sentía su respiración en mi espalda.

-¿Lena? –pregunté nuevamente con asombro y gran incredulidad
-Vine a dejarte esto –aventó sobre mi escritorio mi identificación de la empresa- cayó de tu bolso aquél día del parque
-Muchas gracias –de nueva cuenta el silencio reinaba en mi boca y mis pensamientos estaban dándome vueltas por toda mi cabeza
-Cuídate Yulia y dale un saludo a Anya –dijo con un tono frío y distante, la desconocía
-¿Por qué te vas? –le pregunté con mucho miedo, era la primera vez que me aterraba pronunciar la mínima letra
-No tengo absolutamente nada que hacer aquí Yulia, maldigo al destino que te volvió a meter en mi camino –sus ojos reflejaban el enorme rencor que me tenía y su voz reflejaba un disgusto enorme, había dado la media vuelta para retirarse cuando la tomé de su antebrazo y la gire hacía mi
-No…nunca fue mi intención –le dije eso bajando la mirada y con mis ojos cristalinos dispuestos a llorar
-¿Me vas a decir que nunca fue tu intención dejarme de la manera en la que lo hiciste, me vas a decir que nunca fue tu intención haberme negado por no perder tu gran reputación, me vas a decir que nunca fue tu intención arrancarme las ilusiones y destruir mi vida en un par de segundos? –su tono de voz era alto, y tomaba de mis brazos con gran fuerza
-Se que nunca me di la oportunidad de explicarte, tenía miedo pero me has hecho falta –mis ojos habían comenzado a derramar pequeñas gotas saladas
-Yulia no digas estupideces y no trates de arreglar las cosas, lo que pasó es cosa del pasado –la desesperación en sus palabras era tan notoria que me aterraba, nunca la había visto en aquél estado
-Lena, nunca deje de amarte –le grite aquellas palabras con el llanto en carne viva…
Me dio una bofetada que hizo virar mi cabeza hacia la derecha, mis ojos llorando y mi corazón totalmente quebrado, no la culpaba, al fin de cuentas quien le arruinó la vida fui yo. Se retiró con lágrimas en su rostro y azotando la puerta de mi oficina, caí sobre el suelo a desatar la enorme tristeza que llevaba dentro, las palabras que me había dicho, y es que simplemente no me había dolido aquel golpe, sino aquella culpa que tenía.

Traté de disimular la tristeza por un par de semanas, fueron quizás 2. Mi vida no cambiaría en nada, sin embargo la tristeza iba en aumento, pero me mantenía de pie y con fuerza por mi hija, que siempre preguntaba por “la princesa del cuento” y sus ansias de volverla a ver, no entendía los deseos de Anya, pero debía de apartarme a toda costa de Lena.

Un día me encontraba en mi oficina, cuando Vika mi secretaria me informó que un chico me buscaba, le dije que lo hiciera pasar, aquel chico de overol azúl traía en manos un arreglo floral muy hermoso de rosas rojas, rosas, color champagne y blancas, se veía magnífico. El chico me pidió de favor que firmará y antes de retirarse pedí de favor que aguantara un segundo, tomé la tarjeta que venía entre las flores y la leí, era de Lena pidiéndome una disculpa por aquella bofetada.

De inmediato le pedí al chico que si de casualidad tenía los datos de la que había mandado el arreglo, y sacó una libreta de su bolsa trasera y me dio los datos con dirección y teléfono. Le agradecí al chico dándole un billete.
Me quede nuevamente sola en aquella oficina, contemplando el arreglo floral que había enviado Lena, pensé que no volvería a saber de ella, y es que eran tanto el resentimiento que me guardaba que nunca creí poder tener algo con ella como en el pasado se dio.

Tuvo que pasar otra semana después del recibimiento de las flores, para que con mucho esfuerzo me decidiera a buscar a Lena. Aquél fin de semana estaba yo repleta de trabajo y sería tanta mi ocupación que después de ir a recoger a Anya de la escuela la fui a dejar a casa de mis padres acordando que regresaría por ella el domingo al medio día.

Ese viernes por la noche, estando yo sentada en la silla del balcón de mi habitación contemplando la luna y las estrellas, decidí tomar mi abrigo e ir a buscar a Lena para arreglar las cosas.

Salí de la casa y me dirigí a la dirección que me había dado el chico de las flores, era una zona departamental a unas cuantas horas de mi casa, fueron a lo mejor 2 hrs. de recorrido que se me hicieron eternas al estar parada frente al edificio donde marcaba el papelito de la dirección.

Aproveche que una pareja venía saliendo del edificio para entrar y subir hasta el piso 3 donde se encontraba el departamento 207. Las piernas las sentía débiles, y mis rodillas se doblaban en señal de la misma debilidad, tenía miedo pero lo tenía que dejar a un lado, saliendo del elevador me dirigí a la izquierda y estando frente a su departamento toqué el timbre.

-¿Qué haces aquí? –me preguntó con curiosidad pero con el mismo tono de frialdad e indiferencia que mostraba desde aquel día del encuentro en el parque
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Mensaje por Annie Lun Oct 13, 2008 12:47 pm

Necesito hablar contigo, no me niegues esa oportunidad, es lo único que te pido, hablar y después me retiraré y si así tú quieres, será para siempre –la firmeza en mis palabras y mi mirada centrada en la suya me hizo sentir un poco más segura

Hizo un gesto para que entrara y tomará asiento en la sala, y accedí de buena gana.

-¿Te ofrezco algo de tomar, un café, agua, jugo, una copa? –me preguntó con algo más de amabilidad
-No, gracias –le respondí mientras mi mirada recorría aquél departamento que tenía por todos lados rastros de la esencia de la pelirroja
Ella mientras se dirigió al mini bar y se sirvió una copa con vodka, se sentó en frente de mí y comenzó ella la plática.

-¿Dónde esta metido el imbécil que me robó tu amor? –preguntó con enojo y con un toque de seriedad en sus ojos que siempre reflejaban alegría
-Hace 2 años que se fue, después de firmar el acta de divorcio –le dije mientras notaba que mis manos comenzaban a sudar, estaba muy nerviosa
-¿Y por qué razón decidió hacer eso? –dijo después de beber un sorbo de aquella copa de fina cristalería
-Argumentó que nunca me había amado, que si se casó conmigo fue por la niña pero creo que nunca debió de hacerlo puesto que ni en el parto estuvo presente y en los 3 años que vivió cerca de la pequeña, nunca se interesó por ella
-¿Tanto para nada? –hizo esa pregunta desviando su mirada
-¿A qué te refieres? –le respondí con otra pregunta
-Vladik juraba amarte y adorarte, y fue tanta su felicidad cuando se enteró de que esperabas a tu hija, al parecer siempre fue un hipócrita, ¿qué fue lo que te llamo la atención de ese estúpido que no tenía uso ni beneficio? ¿Qué te dio él que no te di yo? –al terminar de decir las últimas palabras, bajo su mirada
-La gente me confundía más allá de lo que yo misma lo hacía, metían dentro de mi tanta inseguridad que no soporté aquél estado de desequilibrio y tuve que renunciar a lo que más amaba por demostrarle a las personas que podía ser como ellos, no fue fácil Lena, no fue fácil verte todos los días y no poder correr a ti para besarte y abrazarte, mis noches de soledad y mis días de tristeza, en eso me convertí, en una sombra y la desdicha e infelicidad vino a mi al aceptar aquella relación con Vladik.

Mis ojos comenzaron a ponerse rojos y en cuestión de segundos estaba llorando, prefería vivir durmiendo que vivir llorando. La plática continúo cambiando de tema, le pregunté a Lena la razón de su regreso a Moscú y me dijo que le habían ofrecido una excelente oportunidad de trabajo como directora del área de psicología en una clínica del centro de Moscú y que había aceptado puesto que el ambiente de San Petersburgo le había aburrido.

-¿Por qué le pusiste por nombre Anya? –me preguntó después de servirse quizás la cuarta o quinta copa con vodka
-Recuerdo que un día que paseábamos por el centro comercial, y viste un establecimiento de artículos y ropa para bebés dijiste que cuando tuviéramos a nuestra hija le pondrías Anya porque te gustaba ese nombre, argumentabas que era pequeño pero que demostraba fortaleza y seguridad
-¿Tuviéramos? Eso suena a un pasado muy lejano –pronunció eso bebiendo de un solo sorbo el vodka contenido en su copa
-Cuando bautice a la niña, tenía la esperanza de que algún día el destino nos cruzará de nueva cuenta y que Anya formará parte de tu vida
-Han pasado 5 malditos años Yulia, 5 malditos años en que los esfuerzos de olvidarte han sido en vano, 5 malditos años en los que mantuve la esperanza de encontrarte y volver a tu lado fuera como fuera, 5 malditos años de soledad y de obscuridad, porque cuando me dejaste, me arrebataste la luz, los sueños, las ilusiones, simplemente te llevaste contigo la vida que yo tenía; y ahora que te vuelvo a ver, ahora que puedo tenerte de nuevo, lo único que siento es este rencor que nació y creció, vete Yulia y no me busques nunca más
-No te culpo de tu rencor, pero estos 5 años me mantuve enamorada de ti, me iré y ten la seguridad de que no sabrás de mi nunca más –le di un pequeño beso en su frente y me retiré de aquel lugar.

Al llegar a mi auto, me tiré a llorar, ya no había nada que hacer, el amor de mi vida me odiaba y me quería lo más lejos posible, la resignación vendría con el tiempo…

Llegué a casa y mis llaves no las encontraba, por suerte, siempre dejo un repuesto en una de las macetas del patio, a veces era tan descuidada que todo se me extraviaba, a lo mejor las llaves las había dejado en la oficina.

Decidí que llorar no cambiaría nada, subí al estudio y comencé a trabajar en las actualizaciones de la administración de las negociaciones. Amanecí frente al monitor, sin dejar de pensar en las palabras de Lena, era tanto el dolor.

El sábado a medio día había terminado con el trabajo que tenía que presentar, tomé una ducha y salí a caminar, la gente iba y venía, y yo solo era un ente que caminaba sin rumbo alguno.

Llegó la noche y me encontraba en mi habitación, súbita confusión que me acompañaba, tristeza que irradiaba y desesperación que lloraba.

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? –tremenda sorpresa me llevé al ver a Lena en la entrada de la habitación
-Olvidaste tus llaves y solo vine a dejártelas, el lunes regresaré a San Petersburgo, renunciaré a la oferta de trabajo –todavía se encontraba en la entrada
-No te vayas, podemos intentarlo de nuevo, se que fallé, discúlpame Lena, pero es que sencillamente la vida no es vida si no te tengo a ti, tratemos de salvar aquél amor que nos unió por tanto tiempo, tratemos de ser una en vez de ser dos

Las lágrimas de nueva cuenta recorrían el rumbo que ya se sabían por mis mejillas y por la línea de mi cuello, Lena comenzó a llorar y se dirigió hacia donde me encontraba, tomó mis mejillas entre sus manos y comenzó a besarme con tanta vehemencia.

Era tiempo de recuperar lo que por mi culpa se perdió, y me sentía radiante de felicidad al tenerla entre mis brazos, sintiendo su cuerpo junto al mío, renovando la vida junto a un sin fin de caricias que me daban el placer que había dejado de sentir desde el día en que me aparté de ella, embriagándome del sabor de sus labios del sabor de su piel que había olvidado, sintiéndola mía, sintiéndome suya. Liberando el deseo y la pasión que habíamos guardado durante tantos años. Llevándola al éxtasis, llevándome a la locura, sintiendo al corazón latir nuevamente por amor.

Desolada perpetuidad del silencio la que me llevo al llanto a la mañana siguiente, al despertar sin tener a la pelirroja para abrazar y besar, Lena se había retirado, únicamente sació su sed y se fue.

Debí imaginar que seria de esa manera, en que se cobraría de cualquier forma el daño que le causé tiempo atrás.

Ahora podía entender algo de su dolor en aquella época en que me aleje de ella, la necesitaba tanto, pero yo no estaba en posición de pedirle nada.

Por la tarde de aquel domingo encendí mi auto y me dirigí a casa de mis padres, comí con ellos y regrese con Anya. La pequeña se vino dormida todo el lapso del camino, y llegando a casa la acosté en su cama, la arropé bien y me quede un rato contemplando a aquel pequeño angelito.

Mis pensamientos solo se enfocaban en Lena… cuanto dolor y resentimiento había de por medio.

Al salir de la habitación de Anya, me dirigí al ático. El lugar donde yacían los recuerdos de lo que un día fue. Me dirigí a un pequeño baúl que se encontraba tapado con un pequeño trozo de tela, abrí el candado y mis lágrimas comenzaron a caer sobre mis mejillas. En aquél baúl guardaba todo lo que de alguna manera había marcado mi vida con respecto a Lena: fotos de nosotras juntas en el parque, en fiestas, en la escuela, en su casa, en la mía; un álbum completo de fotos donde recordaba su hermosa sonrisa y donde podía ver el brillo de sus ojos. Cartas que me escribía en aniversarios, en mis cumpleaños, en cualquier ocasión; dibujos que hacía a mitad de clase. Pequeños detalles que hacía o compraba para demostrarme cuanto me quería.

Cuanta culpa llevaba dentro de mi ser, por haber abandonado a la mujer de mis sueños, a la única persona que me a amado…

Al día siguiente mis parpados se despegaron para abrir mis ojos cuando Anya llegó a saltar sobre mi cama. Desayunamos juntas y me contó todo lo que había hecho el día anterior en casa de los abuelos. Subimos a la habitación de la pequeña y la vestí, un lindo vestido que le habían regalado los abuelos en su cumpleaños, sus calcetitas con holancitos, sus zapatos relucientes; parecía una muñequita de porcelana. Por mi parte, cuando acabe de arreglar a mi pequeña, la deje viendo caricaturas y me fui a vestir, tomé aquél traje sastre de color negro que había comprado hace unas semanas, una camisa blanca escotada y mis zapatillas negras, me maquillé, me peiné y salimos de casa.

Después de dejarla en el kinder me dirigí a la oficina, mi mirada estaba vacía y mis ánimos por los suelos. Tomé asiento en el sofá de mi oficina y mi cuerpo yacía ahí presente pero mi mente divagaba. De pronto mi mirada se posó en aquel arreglo floral que Lena había enviado, contemplé las rosas y me percaté que mi vida ya no podía seguir así…

Me dirigí al escritorio y tomé el teléfono, llamé al aeropuerto y pedí de favor que me dieran las horas de salida de los próximos vuelos a San Petersburgo. La señorita que me atendió me dijo que el primer vuelo del día estaba programado a las 10am, pedí que me indicara en que área de abordaje sería el vuelo y después de colgar el teléfono, tomé mi bolso y salí de la oficina.

Caminé a prisa al estacionamiento, el aeropuerto quedaba algo retirado de la empresa y tenía justamente una hora para llegar. Encendí el auto y tomé rumbo al aeropuerto, parecía que estaba en una carrera automovilística, tuve suerte de que a mi paso ningún policía estaba, llegue 15 minutos antes, busqué rápido un estacionamiento y como loca fui a buscar el área de abordaje que me había mencionado la señorita que atendió mi llamada.

Para llegar al área de abordaje se necesitaba subir unas escaleras eléctricas, busqué en el área y Lena no había llegado aún, escuché a mi instinto y me dirigí a donde terminaba la escalera eléctrica, traía en la mano una rosa roja, mi mirada estaba caída y sentía los nervios que corrían por mi cuerpo, fue entonces cuando levanté la mirada y venía Lena, luciendo una camisa blanca escotada y manga ¾, una falda con cortes asimétricos con distintas tonalidades de azul que daba excelente vista a sus hermosas piernas, y unas sandalias que hacían buen juego con el atuendo, al acabar el traslado en la escalera eléctrica quedamos frente a frente, era ese momento o ningún otro más.

-Se que en estos momentos no se de que manera puedo hacerte comprender que te necesito realmente para poder ser una mujer completamente feliz. Se que en estos momentos lo único que hay en tu corazón es un tremendo dolor y un gran resentimiento hacia mi, pero aunque se que no habrá palabras para pedirte perdón por el sufrimiento que te causé, quiero pedirte aunque sea una oportunidad para enmendar todos los errores que cometí en un pasado y que trascendieron al presente, se que de igual manera no estoy en posición de pedirte nada pero lo voy a hacer porque ya no soporto las noches en vela, ni las miles de lágrimas que salen de mis ojos noche tras noche, ya no puedo verte solo en fotos, recordarte en sueños, Lena, chiquita no te vayas… -al termino de aquellas últimas palabras mis ojos se encontraban llorando, y las lágrimas cayeron sobre los pétalos de la rosa que aun tenia entre mis manos.

Lena tenía sus hermosos ojos verdes cristalinos, con las yemas de sus dedos limpio mis lágrimas que seguían cayendo tibias y desesperadas sobre mi rostro, se acercó a mi, tomó entre sus manos mis mejillas y posó suavemente y con un poco de miedo sus labios sobre los míos, entre abrió con su lengua mis labios y me regalo el mejor beso de mi vida, mis sentidos se habían estremecido, y pude asegurar que ese beso fue mágico y sincero, mientras que nuestros labios se reconocían de nueva cuenta, sus ojos verdes cristalinos dejaron caer las primeras lágrimas que sentí en mi rostro. Cuando terminó aquel beso, me miró a los ojos y beso mi frente; y me abrazo efusivamente y musitó sobre mi oído:

-Ahora veo que los sueños se hacen realidad, esta mañana desperté llorando pues el sueño que había tenido lo veía imposible…
-¿Cuál era ese sueño?
-Este momento…

Tomé su mano y deposite en ella la rosa que estaba húmeda de sus pétalos por las lágrimas que habían caído sobre ella. La miré a los ojos y podía ver que poco a poco el brillo renacía en su mirada, le di un beso y le dije un te amo.

Había recuperado al amor de mi vida, a la persona que hacía latir a mi corazón de un amor infinitamente puro, la persona que provocaba un sin fin de emociones dentro de mi ser, la persona a la que amé, y a la que aún después de 5 años amaba como el primer día.

Anya no tuvo ningún problema de adaptarse a la presencia de Lena, porque desde el primer día que la vio la quiso.

Me causaba tanta ternura ver a Anya entre los brazos de Lena, jugando, cantando, durmiendo incluso.

Ya nada más podía pedir, tenía a una hija maravillosa a la que amaba con todas mis fuerzas, y tenía a la mujer que me hacía sentir viva.

Y fue después de eso, que me di cuenta que no hay mayor miedo que el que uno siente por si solo al adentrarse en un mundo de confusiones y desesperación, y al correr y esconderse sobre el abismo que uno mismo crea…

“Todos los problemas tienen la misma raíz: el miedo, que desaparece gracias al amor; pero el amor nos da miedo…”

FIN
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